
Elena Roura lleva la nutrición al centro del debate en el quinto Hoy Invito Yo
“Trabajamos siempre con el rigor científico”, apuntó. Pero ese rigor, en su caso, no es dogmático ni abstracto, sino profundamente aplicado y humano. Para Roura, la nutrición del siglo XXI no se trata solo de contar calorías o nutrientes, sino de entender a las personas, sus circunstancias y los retos reales a los que se enfrentan. Por eso, en la Fundación Alícia el enfoque es siempre multidisciplinar: cada proyecto cuenta con un responsable, un cocinero y un nutricionista trabajando en equipo.
Comer como acto de cuidado
Uno de los momentos más conmovedores de su intervención fue cuando habló del trabajo con familias de niñas y niños que requieren una atención alimentaria muy específica. “Cuando una madre te manda un vídeo de una hija con una enfermedad rara, que gracias a un proyecto nuevo ha encontrado una manera de comer, te cae la lagrimita”, confesó. Desde la Fundación Alícia han desarrollado dietas personalizadas para estos casos, adaptadas a las necesidades clínicas, emocionales y prácticas del día a día. Porque en estos contextos, el reto no es solo nutricional, sino también emocional y logístico. Una labor posible únicamente gracias a una mirada 360º sobre la alimentación, que combina ciencia, cocina y compromiso social.
Una sensibilidad similar guía los proyectos centrados en la disfagia —la dificultad para tragar—, que obliga a muchas personas a alimentarse con texturas trituradas. “Hemos aplicado todo lo aprendido para que quienes comen triturado también puedan disfrutar de platos apetecibles y variados”, explicó, apuntando cómo han repensado sabores, colores y presentaciones para que el acto de comer vuelva a ser placentero y digno.
Cocinar para reaprender
“Hay un problema de habilidades culinarias que se ha perdido”, advirtió Roura. Para ella, buena parte del problema de salud pública vinculado a la alimentación empieza cuando dejamos de saber cocinar. “Si tuviéramos que invertir en algo es, precisamente, en enseñar a cocinar, a comprar… porque perdemos salud pero también cultura alimentaria”, apuntó. Perder la capacidad de preparar unas legumbres o una sopa casera significa, también, desconectarse de la tradición y la identidad.
Desde esa premisa nace uno de los últimos proyectos de su equipo: Plats Catalans Cada Dia, que busca adaptar recetas tradicionales a las necesidades del presente, sin renunciar al sabor ni a la esencia. “Muchas recetas tradicionales son demasiado contundentes para el día a día, pero con pequeños ajustes las adaptamos para que puedan seguir formando parte de nuestra alimentación cotidiana”, explicó.
Excusas, prioridades y precios
Con claridad, Roura desmontó algunas creencias muy extendidas. “Pensamos que comer bien es mucho más caro que comer mal. Es cierto que puede saciar más un paquete de magdalenas que un plato de arroz con tomate. Pero todo depende de tus prioridades”. Y lanzó una frase que invita a detenerse: “Creo que al final es una excusa: ¿no tienes tiempo o simplemente no lo dedicas a lo que quieres? Tal vez el problema es que alimentarte no es tu prioridad y te has desconectado de una parte importante de tu vida”.
En esa misma línea, defendió que “comer bien no necesita ni más tiempo ni más dinero”, sino reaprender, planificarse y recuperar el sentido común. Algo especialmente relevante para jóvenes que, al independizarse, dejan de cocinar. De ahí que promueva iniciativas para que se reconecten con la cocina y no vean alimentarse como una tarea secundaria.
Contra los bulos y las promesas milagrosas
“Si lees una noticia sobre el plátano en el diario AS, que es un medio deportivo, lo primero que tienes que hacer es ponerlo en duda”. Esta frase resume su actitud frente a los bulos y modas alimentarias que inundan los medios y redes sociales. Roura defendió la necesidad de aplicar pensamiento crítico, no solo desde la ciencia, sino desde el lenguaje. “Las personas que hablan con rigor dan referencias de donde sacan la información”.
También hizo autocrítica hacia su propio colectivo: “Hay gente que sigue a personas sin fundamento científico porque a lo mejor los nutricionistas no hemos sabido comunicar de manera sexy”. El reto está en divulgar mejor, sin perder el criterio ni la base científica.
Comer no es hacer dieta
“Comer no es hacer dieta”, dijo con contundencia. “Una dieta es cambiar tu rutina para algo que acostumbra a ser muy restrictivo”. Frente a la obsesión estética o los planes extremos, defendió una alimentación conectada con la salud, el entorno, el placer y la regularidad. “Puedes comer dos o ocho veces al día, eso da igual. Lo importante es escucharse un poco más”.
También habló de crononutrición, de la microbiota, de los efectos de las proteínas en la dieta o del exceso de carne roja: “Hay evidencia de que el consumo excesivo de carne roja y la carne procesada aumenta el riesgo de enfermedades”, alertó. Y recomendó comer menos carne pero de mejor calidad.
Ciencia crítica, no dogmática
“La IA es excelente si sabes qué quieres pedir y eres crítico con la respuesta”, explicó al hablar del uso de la inteligencia artificial. Aunque reconoció que puede ahorrar tiempo en algunas tareas, también advirtió que “no sabe discriminar si una información es buena o mala”. Además, señaló un sesgo importante: “la mayoría de la información con la que trabaja la IA viene del mundo anglosajón, que tiene otra alimentación”.
Para cerrar, subrayó la importancia de que el nutricionista tenga un papel más activo en los equipos de alimentación: una figura que acompaña, analiza, planifica y, sobre todo, dialoga. “No hace falta que el chef lo sepa todo: lo importante es el diálogo entre chef y nutricionista. Potenciar esas alianzas”, afirmó. Y concluyó con una idea que resume su forma de entender el conocimiento: “Lo importante es seguir formándote. La ciencia evoluciona, y lo que se sabía hace cien años hoy ya no sirve de la misma manera.”